domingo, 13 de enero de 2013

El Sueño



Aquella tarde había discutido con mi hermana, y en el trabajo estuve como ausente e irritada debido a la poca profesionalidad que hacía tiempo detectaba en el ambiente. Me dolía la cabeza y nada más llegar a casa decidí tomarme un baño relajante y un somnífero que usaba esporádicamente cuando estaba muy agotada o estresada. Mi pareja se ocupó de nuestra hija, y me fui directa a la cama para intentar recuperarme de mi agotamiento mental y físico. No tarde ni cinco minutos en caer en un sueño profundo y espeso que me invadió por completo dejándome exhausta. 

Mi cuerpo se encontraba inmóvil en la cama, cuando creí percibir la presencia de Peter, acercándose para darme un beso en la frente y acostarse a mi lado mientras me abrazaba. Pasó un buen rato, aunque no sabría decir si fueron minutos o horas, cuando mi mente calenturienta se puso en marcha y empecé a soñar. Estaba tumbada, tomando el sol en una playa desierta, cuando una sombra alargada se interpuso entre los rayos del sol y mi cuerpo desnudo. No me molesté en abrir los ojos pues sabía que Peter era la única persona que compartía tan idílico lugar conmigo. Sentí que se arrodillaba en la arena y una suave brisa que provenía de sus labios revoloteaba sobre mis pies y seguía el camino trazado por mis largas piernas. Mi piel caliente se estremeció por un momento y sentí que mi corazón se agitaba nervioso. Siguió recorriendo mi ombligo, alrededor de mis pechos y cuando se detuvo por unos segundos sobre los pezones, éstos se hincharon y endurecieron enviando señales hacia mi sexo, que sintió una oleada de placer en su interior. Mi cuello, la cara y los labios fueron el siguiente destino de la suave brisa, y cuando sus labios se acercaron a mis oídos, creí reconocer un susurro que decía-¿duermes, cielo?
Quería decirle que no pero mi voz se ahogaba en mi garganta y no podía articular sonido alguno.

En pocos instantes, la suave brisa fue sustituida por sus dedos suaves y habilidosos, que conocían a la perfección cada curva, cada rincón de mi anatomía. Me acariciaron dulcemente la espalda, la nuca y deslizándose amablemente por mis hombros se dirigían inquietos hacia mis pechos y los amasaron con ganas mientras yo gemía en mi interior y deseaba que los apretara con fuerza, que los amasara como si de una hogaza de pan se tratara. 
Los pezones estaban duros como una roca y sus hábiles yemas los pellizcaban con maestría haciendo vibrar todo mi ser. Mi coño estaba húmedo, lo sentía entre mis piernas y deseaba ser tocado, comido, penetrado… la espera fue larga y desesperante y seguía sin poder expresar a gritos mis deseos más íntimos y apenas si podía moverme.
Peter, finalmente, decidió investigar nuevos territorios y sus dedos se colaron entre mis piernas y se decidió por fin a acariciar mi sexo sobre la fina tela del bañador. Me estremecí de gusto al notar el contacto de sus manos en mi monte de Venus y mi coño palpitaba chorreante deseoso de un contacto más directo.

Tras un buen rato de caricias suaves y tiernas, sus dedos se colaron pícaros por el interior del slip y pude notar el contacto tan esperado con mi coño, que chorreaba derretido de placer. Mis piernas se abrieron instintivamente dejando que los nerviosos dedos de Peter se deslizaran a sus anchas en mi entrepierna. Mi mente nublada, solo podía ser capaz de sentir esa mágica sensación de placer que invadía mis sentidos y embotaba mis manos, mis, piernas, mi voz. Pude notar como con sus manos firmes deslizaba mi bikini por las piernas, dejando al descubierto la pelambrera rizada y los labios húmedos y excitados abiertos a pública exposición. La boca húmeda de Peter lamía con ganas los dedos de los pies para seguir el recorrido con su lengua voraz hacia el destino soñado. Sentí los labios hinchados lamer con ganas, su lengua experta recorrer cada pliegue de mi coño que palpitaba de placer. Dibujaba una y otra vez mil figuras imaginarias, se posaba sobre el clítoris hinchado que había escapado de su prisión para decir lo que mi voz no podía. Que deseaba ser chupado, lamido, estrujado en aquella boca caliente y deseada. La lengua hábil se deslizaba una y otra vez de extremo a extremo. Ahora se entretenía en el clítoris o descendía hacia la entrada del ano y me hacía sentir sensaciones increíbles y explosivas. Mientras su boca experta me enloquecía de placer, sus manos amasaban mis pechos y sus dedos pellizcaban los duros pezones proporcionándome un mar de sensaciones fácilmente explicables.
Un barullo de sensaciones se atropelló en mi interior, y sentía que iba a explotar de un momento a otro. Agarré su cabeza con fuerza entre mis piernas y gemía con fuerza en mi interior mientras un brutal orgasmo se apoderaba de mi. -Ohhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh , me muero de gusto cariño-, gritaba en silencio en mi interior. Fue tan intensa la sensación que unos pequeños gemidos, afloraron finalmente de mi garganta y llegaron a oídos de Peter mientras se deleitaba con el chorreón de flujos que brotaban de mis entrañas.
Exhausta, pero feliz, me quedé tumbada inmóvil mientras Peter me abrazaba y me susurraba al oído que me quería.

No recuerdo cuando tiempo estuve durmiendo pero me desperté despacio y al abrir los ojos me di cuenta de que toda había sido un sueño. Estaba en mi cama y ya no lucía el sol tórrido, ni la suave brisa del mar. Peter dormía tranquilo a mi lado y esbozaba una dulce sonrisa en sus labios. Por un momento pensé si me habría oído gemir en mi sueño, y que se le habría pasado por la cabeza de ser así. 
Decidida a levantarme para darme una ducha, descubrí mis braguitas, que siempre uso para dormir, al pie de la cama y aún un poco aturdida me acerqué a Peter para darle un beso de buenos días. Sus manos, su boca, su piel estaban impregnados del inconfundible aroma que desprendía mi sexo excitado. Su pene flácido reposaba entre sus manos y algún que otro resto semen delataba una solitaria masturbación con orgasmo incluido.
No estaba la playa, ni el tórrido sol, pero entonces entendí que mi sueño había sido más real de lo que yo creía. 

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